ENRIQUE VOLPE, ESCRITOR DE ETERNIDADES (entrevista) por Francisco Medina Cárdenas
Nació en Vercelli el 27 de octubre de 1938, en el
Piamonte oriental, Italia. Gran parte de su vida de
agricultor transcurrió en tierras de Aconcagua y
Alhué. Fundó en Linares el Grupo Rosa del Maule
en 1957. También formó parte del Grupo Literario
Prometeo y fue cofundador de la Corporación
Caballo de Fuego. Ajeno a toda fi guración, este
poeta, crítico, dramaturgo y narrador era uno de
los más profundos conocedores de la literatura
chilena. Había recibido el último Premio Alerce
de novela por Un capitán galopa en las fronteras
del infi erno.
Enrique Volpe falleció el jueves 9 de mayo de
2002, a las 10 de la mañana, en su residencia. Se
hallaba solo con su madre de ochenta y siete años
de edad. Lo fulminó un coma diabético seguido
de un paro cardíaco. A sus costados, como al
alcance de las manos, un par de pistolas. La noche
anterior había estado hablando con nuestros
colegas Enrique Germán Liñero y Manuel Silva
Acevedo sin evitar demostrar desánimo, soledad
y tristeza.
Otros libros de Enrique Volpe:
Cabaña entre las rosas, 1960.
Crónica del Adelantado, poesía, Editorial
Universitaria, 1994.
Imperfecto exilio, LOM Ediciones, poesía, 1997.
Premio Gabriela Mistral en 1997.
Un capitán galopa en las fronteras del infi erno,
novela, Premio Alerce 2000 de la Sociedad de
Escritores de Chile.
RESEÑA
El protagonista de Responso para un bandolero
es un ser real. Juan Segundo Catalán fue un
salteador muy temido que actuó en la zona de
Recomendadosoctubre
Narrativa
Responso para un bandolero Enrique Volpe
la Cuesta de Chacabuco. No murió en su ley,
como tantos otros. Se convirtió en un caballero
de respeto, rentista, dueño de cuatro casas y
una parcela en un suburbio de Santiago, buen
auxiliar del Partido Conservador en tiempos de
elecciones. La historia, aderezada sin duda con
elementos novelescos y fragmentos de otros
caracteres y situaciones, resulta un destilado
dramático de los conocimientos de Volpe
sobre la vida, la mentalidad y las peripecias de
estos “brigantes” chilenos, campesinos sin
tierra, marginales e inadaptados, que tomaron
el camino de la delincuencia ecuestre rural o
suburbana tal como sus antepasados de San
Vicente, Huechuraba, Doñihue o Melipilla, o sus
tatarabuelos feudales por los caminos del sur de
España o de Italia
con pequeñas señales: linternas de plumas errantes
en la noche solar de las hojas, buscando en las cortezas
llagadas de años, el paraíso de la larva;
su rápido sol de podredumbre.
Los destrozados cántaros de la sequía
afirmados contra las murallas grises
de un horizonte de piedras áridas. El arrepentimiento
de los ángeles ante la agonía
del vegetal sediento; la flecha del pastor
enterrada en el corazón del relámpago húmedo
del gato montés; son los signos:
consumación de lentos fuegos,
en un desierto de surtidores extintos.
Tedioso verano; el corazón ardiendo entre rojas guitarras
sabe de la agonía de la tierra: estremecimiento
de germinales aguas subterráneas
en busca de círculos de fecundación. Aullido
salvaje de semilla desgarrada, sobre
los anillos de la luz. Hay que leer la vida
de santos anacoretas,
o textos de botánica para comprender
que los árboles y las bestias así como los hombres
tienen su infierno y su paraíso.
Cautivar el alma en su reloj de semillas
y sentir en la soledad el tiempo de la tierra;
el latido de su profundo corazón de fecundaciones.
Lo Bandolero y lo Culinario
Por Cristián Cruz
Razones tenía Enrique Volpe para definirse un depositario del mundo de los bandoleros en Chile, ya que desde su tierra Padana , esa cuna natal , los bandoleros asolaron sus primeros lares de Italia.
Señero creador de cuentos y poemas, Volpe transitó su vida por los senderos más escondidos del [Photo]zona central de Chile, desde la séptima región , hasta la zona de Aconcagua donde cursó sus estudios secundarios en la Escuela Agrícola de Catemu. Es allí donde toma cariño y se identifica con la región cordillerana, es allí donde acrecienta su gusto por el tema casi epopéyico de los bandoleros a quien él consideraba, un personaje de fábulas y de historias respetables, a pesar de las fechorías y calamidades que dejaron tras de si. Enrique Volpe era un gran conocedor de las bitácoras delictivas del pasado de estos personajes, y de ello dan muestra sus libros recopilatorios sobre este tema. Conocido es su "Responso para un Bandolero" de 1997 , donde cuenta en forma de crónica y entrevista la vida de un bandolero retirado de las pistas, cuyo lugar de operaciones era el desaparecido Caleu, en la comuna de Colina, localidad ya desecha por proyectos inmobiliarios de altos ingresos y que de nada saben de este ser, que Volpe rescata del olvido y de la maraña del tiempo. Como poeta logró también lo suyo , escribió el ya mítico poemario las "Crónicas del Adelantado" una especie de crónica poética sobre la llegada de Diego de Almagro al desierto chileno, y en donde utiliza la epopeya como soporte escritural, modelo ya dejado de lado por las nuevas formas comunicativas literarias . Obtuvo varios premios literarios que si bien, para él sólo eran un accidente más en este oficio, valieron y hablaron de la calidad de escritor que se desarrollaba tras esta obra. Entre ellos destacan el premio Municipal de Santiago en 1995, por las "Crónica del Adelantado", el premio Gabriela Mistral en 1997 por su poemario "Imperfecto Exilio" y el premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile por su novela "Un capitán Galopa por las fronteras del Infierno" .
Obra maciza la de este caminante observador de los rincones más inhóspitos de los valles interiores, serranías y cabreríos cordilleranos , donde siempre descubría una temática digna de ser escrita para la pupila del lector. En cuanto a su don por el conocimiento de la cocina chilena tenemos bastantes testimonios de sus andanzas por las mesas de restoranes y picadas de ciudades y pequeños pueblos y caseríos. Mencionados son sus banquetes en el Típico restaurante las Panchas de San Felipe, donde se comía como su antecesor, el poeta Pablo de Rokha, las grandiosas parrilladas y picadas de chunchules fritos acompañados de ají cacho de cabra y del buen vino de la casa. O de las longanizas chillanejas que comía apenas llegaban a sus manos a capela, junto a un trozo de pan y harto aguante. Muchas veces se le vio acompañado de distintos poetas chilenos por los lares de Putaendo o Almendral visitando y practicando el arte de comer, entre ellos se puede nombrar a Efraín Barquero o Francisco Vejar entre otros, que de seguro contemplaban como el tremendo Volpe o el Armado padrino Volpe como le decía Jorge Teillier, daba por terminado un enjundioso plato de arrollado a la chilena con unas prietas bien asadas a la parrilla y el infaltable puré maquillado con pebre cuchareado de tentación. Sin lugar a dudas este amante de la cocina, de los bandoleros y por sobre todo de el manejo diestro de la palabra nos hace mucha falta en este mundo, donde las apariencias superan la realidad y donde el juego literario más parece una mafia de figuraciones que una hermandad que de seguro predicaba este amante de la epopeya en la poesia Chilena. Epístola frente a un Espejo Roto
(inédito - fragmentos) CANTO 7 Siempre soñar como en un juego que no concluye,
entre la vida y la muerte; un mover con mano temblorosa
esas figuras del destino, sintiendo que somos
los esclavos del ocio espiritual, recostados en una silla destartalada
escribiendo esta larga epístola como un adiós,
mientras me parece contemplar tu bello rostro para siempre ausente. CANTO 10 ...El otoño es un viejo sueño multiplicado
por todas esas muertes que llevamos en el alma
como una linterna de pupilas desgarradas
que ilumina la fértil oscuridad
en el implacable laberinto del enigma...
... ¿ dónde estás mujer de sueños, siempre encadenada
a mi angustia de hombre asediado por una vida
que no amo, y siempre pulsando corazón adentro,
el cordaje de una cítara de agua triste?...
El Día de los Inocentes
Sin dudas, Aconcagua es una de las pocas provincias chilenas que nos presenta un importante panorama de creación literaria, desde el tiempo de Daniel Caldera, hasta los jóvenes prosistas del presente. En este panorama viene a sumarse el escritor Ernesto De Blasis con su cuarto libro "El día de los inocentes" (cuentos y re-cuentos), donde sobre sus libros iniciales logra una clara superación de la escritura a través de un estilo más depurado en que a veces logra crear un clima poético que envuelve el tiempo de la narración como en una atmósfera de leve surrealismo. A mi modo de ver, sus máximos logros son los cuentos "Una vieja amistad" y "Amores secos", donde un lenguaje onírico, casi a tono de un cántico ceremonial, penetra atravesando lo que los analistas denominan con el nombre de "Los espejos negros" en un sondaje a su propia alma, en una exploración que se puede decir dolorosa, pues por momentos penetra en los lugares más sagrados de la memoria y allí enciende una linterna cuya luz es una respuesta a sí mismo.
Otro de los cuentos que se destacan es "Don Silvando Oróstica", y que cabe resaltar que este autor aconcagüino, en la elaboración del anterelato usa elementos típicamente de su tierra nativa; se inserta en la esencia de esa tierra que en sí lleva un halo mágico. Se trata de un cuento típicamente aconcagüino, y a mi parecer, por su importancia, merecía un poco más de desarrollo, especialmente en torno a esa mujer campesina, sin duda, habitante de los rincones de Santa María, donde están aún latentes muchas consejas y tradiciones populares.
Esta obra "El día de los Inocentes", sitúa dignamente con toda justicia al escritor Ernesto De Blasis, en un lugar destacado entre los escritores chilenos de su generación, por lo tanto, lo saludamos como un valioso aporte para las letras de San Felipe de Aconcagua y de Chile.
CHILE, PAIS DE RINCONES | |
Mariano Latorre Editorial Universitaria | |
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Enrique Volpe, escritor Diario El Valle 4 de Abril 2001. |
| ![]() IMPERFECTO EXILIO
ARTES Y LETRAS Domingo 7 de Mayo de 2000A propósito del "Chupacabras": El Piguchén, un Vampiro Nacional ARTES Y LETRAS Domingo 24 de Octubre de 2004HOMENAJE. Palabras sobre Enrique Volpe: Mi ceniza no ha sido profanada
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martes, 7 de abril de 2009
Enrique Volpe
Aquí. en este cementerio abandonado en las colinas,
donde cada una de estas cruces viejas es un desafío al infinito
si mis ojos ya devorados por el gusano pudieran contemplar un relámpago
como si fuese un árbol seco que se incendia entre las nubes de la primavera,
o si mi oído pudiese percibir el melodioso silbido de la sierpe
que acecha a la perdiz, o el rumor de las pezuñas de los desordenados
rebaños de cabras que invaden la quietud, desanudada
la violencia de los torrentes de años y sombras que se petrificaron
en mis venas que ya son polvo, quizás podría despertar de la larga modorra
para iniciar un dialogo con esas voces que se multiplican en la dolorosa fertilidad del
silencio.Mis labios están aun apegados al pocillo de la hiél y la cicuta.
En la desamparada soledad de este cementerio de guerra, donde aún no hallan reposo
mis huesos cansados de todas las miserias, cada tumba
es una pobre reliquia olvidada por la historia
El pálido acacio de los mares y el efímero florecer de la maleza invasora saben
de patrióticos discursos farsantes. ¿En que espejo no terrestre
podría contemplar mi verdadero rostro de resurrecto
sin sentir la vergüenza de haber sido un hombre?
La primavera del año 1944 con su polen de luto fecundaba el árbol bastardo de los frutos
de la muerte.
Quizás un día alguien escriba esta historia de la épica infame como si pretendiera
cavar un pozo
en la zona mas inhóspita de un desierto de mitos. Esa primavera
parecía que todos los relojes se habían detenido en las torres.
Las esferas señalaban la hora incierta para llegar a un único limite.
Las fuentes de la leche se estaban agotando en los pezones de la profanada loba de
bronce y en el viento del Norte se desmoronaban los emblemas dorados
de los antiguos emperadores. Sobre los escombros de las ciudades bombardeadas,
la lenta ondulación del sol parecía el harapo de una basta bandera desgarrada.¿Se hicieron óxido de silencio las campanas de la sangre?
¿Hay un ángel que venga a encender en mis cuencas vacías una antorcha de soles
marchitos?
¿Quién derribará la enorme puerta? Ya son pocos los que pueden recordar
a los pobres muertos colgando de los palos del telégrafo
y a los fanáticos rebaños de marionetas que vestían camisas negras
que, con látigos, aceite de ricino y otros instrumentos de tortura, habían desplazado
las imágenes de los verdaderos héroes y de los santos.
¿Quién puede soplar un cuerno de caza ante la presencia invisible de los antepasados?
¿Quién en monótona cadencia dialectal puede entonar las canciones
que se cantaban en los días dichosos de las nupcias y de las vendimias.
Se abrían demasiadas fosas y nacían pocas flores en esa primavera.
Cada hombre trataba de sacarse la máscara ocasional para iniciar
un monólogo con su propia conciencia.
¿Habéis vencido? ¿Quién ha vencido?
Pienso en el manto de tinieblas tejido sobre los huesos de los héroes anónimos de la
resistencia, que cayeron en las tierras altas donde la pezuña del ciervo inquieto
horada las raíces de las estrellas, allá en las selvas de castaños de Val Sesia, donde el
canto alegre de las alondras es el signo indiferente de la metamorfosis de la naturaleza.La sombra crepuscular de la Bella Época era una paloma que picoteaba una larga espiga
quemada,
cautiva dentro de una jaula de odios, o el numero mágico en un reloj
que se calcinó en la memoria de los ancianos. ¿Quien soterró en su propio corazón las
reliquias mas veneradas?. En los caminos que antaño recorrieron los trovadores errantes o las carretas cargadas
con gavillas de arroz o frescas verduras, estaba la huella infamante de los invasores,
pero aún nosotros no podíamos cantar la gesta de nuestra tierra liberada,
decir al modo gentil de los poetas épicos: En la roja urna de agua
de estos ríos que descienden de las montañas, yacen los huesos derrotados del
bárbaro invasor...
En la terrible vitrina con vidrios empañados que es la historia, los carniceros
condecorados con cruces gamadas
exhibían a modo de crueles trofeos de caza las cabezas ensangrentadas
de los corderos sacrificados en los rituales de una sádica pasión.
Todo el pasado y todo el presente en las manos de los ladrones,
para nosotros solo la negación de un trozo de pan y el chasquido humillante de la fusta de
nervios de buey alzada
sobre las espaldas, y el constante recuerdo de nuestros muertos.
Ahora en esta soledad sin armonía que es mi sepulcro, pienso que cualquier rincón del
mundo es propicio para el encuentro del hombre con su muerte.
En cada una de las tumbas de este cementerio la mano calcinante del tiempo
escribió un epitafio con letras invisibles. ¿Florece el árbol de los oráculos en el mudo
lamento de los difuntos?
¿Para que seguir recordando, si todas las memorias nacen de la muerte?Si alguien llega al borde de mi tumba y sobre la lápida esparce una flor,
debe pensar que ese gesto piadoso es solo el breve destello de una luz demasiado antigua,
que arderá para siempre en el corazón destruido de un hombre que soñó con la
muerte como con una amante mucho tiempo esperada.
Aquí los días ya no cuentan; los años fueron pasando como un regimiento
de sombras desordenadas,
buscando el territorio inexplorado de una batalla inconclusa.
No importa mi nombre; solo soy un muerto más que monologa
con esa imagen veloz y única que fue el acto final de un drama anónimo,
mientras que la nueva primavera enciende como pequeñas linternas de soles, que
velozmente han de marchitarse.
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